1.27.2018

"El lienzo" - Benjamin Stein

“El lienzo” de Benjamin Stein

Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2015

Traducción de Claudia Baricco

480 páginas

    El recurso es remanido: novela de doble entrada. Dos relatos en paralelo que se encuentran en el medio del libro. Cualquiera de los dos inicios ofrece una lectura “pasiva”, lineal, o la posibilidad de una lectura intercalada de los capítulos de cada historia. Sí, huele a Rayuela, a Elige tu propia aventura para sibaritas intelectuales de barba, pipa y biblioteca de fondo, a recurso que busca engordar una historia floja. Soy lector paranoico y desconfiado, en toda forma rebuscada sospecho el disimulo de un contenido débil.
    Pero debo reconocer también: soy fanático de Rayuela y cada vez que escucho o leo críticas que entran a pegarle por su estructura, que hablan de un añejado antes que de buen vino, de algo bastante avinagrado, me duele. Quizás porque ese amor hacia Rayuela se apuntala en el recuerdo de aquella primera lectura de adolescencia, una revindicación de aquel Cortázar que me sorprendió a los diecisiete años, una defensa melancólica, medio tanguera, más de lo afectivo que de lo literario. Quizás porque me cuesta reconocer que ha envejecido mal y que hoy puede resultar más efectivo la llegada al planeta Última del mítico Dentro del ovni 54-40 que las idas y vueltas entre Berthe Trepat y las morellianas en un bodoque difícil de manejar (ni hablar si es una de esas ediciones de bolsillo a las que nos acostumbraron desde los noventa – sí, también es un objeto fetiche: colecciono ediciones de Rayuela – ).
    Todo eso, quizás. Pero, insisto, no puedo dejar de engancharme con esta idea de leer que rompe con la linealidad, de avanzar, siempre para adelante hasta el final. Entonces, El lienzo por ahí me ganó, primeramente. Y ese triunfo de contratapa, de solapa marketinera disfrazada de biografía y comentario crítico, no hubiese durado más que un par de capítulos (afortunadamente, los cuarenta me encuentran sin la culpa de abandonar libros luego de años de lecturas hasta el final porque los mandamientos de Sarmiento, y las señoritas de la primaria, y el control de lectura, y los textos completos que entran en el final, y etc). Y la noche avanzó y el libro no lo abandoné, porque hay algo en la construcción de “El lienzo” que excede este jueguito de la estructura, esta aparente escritura a dos manos, este juego de espejos, de dobles, de apariencias y sustituciones. Hay una lógica narrativa que no discrima fuentes: la lógica de las series que activan una abstinencia de la continuidad y que obliga a meterle al siguiente capítulo; la tensión entre historia y ficción (la misma novela se basa en hechos verídicos, dicen); el chichoneo con elementos fantásticos; el exotismo (para mí) de la tradición judía; la referencia histórica, política y cultural constante (inevitable sorprenderse con las menciones a Puig y a Gabriela Mistral); la vuelta de tuerca inesperada como eje estructurante; la cuestión de la divinidad, la religión y la fe; los recuerdos, la memoria y la verdad. Mikvaot (un concepto clave para la novela y hasta ahí llega mi spoiler) diversas en donde el relato se hunde una y otra vez para purificarse y renacer renovado en cada capítulo.
    Hay de todo, sí, y bien engarzado y es ahí en donde la novela de Stein, como Los hombres son golpeados por la pelota funciona a varios niveles: lectura de verano, novela de tensión, narrativa de alto vuelo, libro que pide relectura, nudo de colectoras y bajadas a otras búsquedas, lectura pipona que no empacha y que la acomoda en mi estantería hipotética y calvinesca a la diestra de “Rayuela”. Digo: no es poco y bien vale para reiniciar este espacio.







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